Evaluación de la actual situación político-militar, 11 de agosto de 2020

Al evaluar la situación tanto política como militar a 21 de julio de 2020, ya resultaba patente que una vez clarificada la situación en Heftanin, el siguiente ataque invasor se producirá en Rojava.

Se está haciendo evidente que la próxima escalada es INMINENTE.

Es necesario organizar la resistencia conjuntamente, mano a mano, en el sentido de un frente internacional antifascista, antiimperialista y anticapitalista, y prepararse para el próximo ataque contra Rojava. El fascismo turco, y esto es obvio, no será detenido en Libia o en el Mediterráneo, sino que finalizará en Rojava, en las montañas del Kurdistán y con el levantamiento en las metrópolis.

Evaluación de la actual situación político-militar,

11 de agosto de 2020

Al evaluar la situación tanto política como militar a 21 de julio de 2020, ya resultaba patente que una vez clarificada la situación en Heftanin, el siguiente ataque invasor se producirá en Rojava.

Se está haciendo evidente que la próxima escalada es INMINENTE.

Es necesario organizar la resistencia conjuntamente, mano a mano, en el sentido de un frente internacional antifascista, antiimperialista y anticapitalista, y prepararse para el próximo ataque contra Rojava. El fascismo turco, y esto es obvio, no será detenido en Libia o en el Mediterráneo, sino que finalizará en Rojava, en las montañas del Kurdistán y con el levantamiento en las metrópolis.

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En la evaluación de la actual situación político-militar a 21 de julio, publicada por “RiseUp4Rojava”, ya resultaba patente que una vez clarificada la situación en Heftanin, el siguiente ataque invasor se producirá en Rojava. Sobre esta base, consideramos que es necesario evaluar una vez más la situación actual, tanto en detalle como en su contexto general. Especialmente a la vista de la ola de ataques de la maquinaria de guerra especial psicológica, tanto en las redes sociales como en los medios generalistas, contra la revolución en Rojava y norte de Siria y el Movimiento por la Libertad del Kurdistán, resulta importante aclarar algunos puntos y contextualizar algunos acontecimientos para comprender su alcance y significado.

¿Cuál es la situación en Heftanin en este momento, cuál la situación de la operación del ejército turco contra las zonas liberadas de defensa de Medya y cuál la situación de la resistencia? ¿Qué tipo de planificación está surgiendo de las fuerzas imperialistas internacionales y regionales contra las zonas liberadas del noreste de Siria, y cómo encajan en ella los acontecimientos en Deir ez-Zor y el tan especulado acuerdo sobre el petróleo de la Administración Autónoma del Noreste de Siria, entre otros?

Desde hace meses, hay un único “tema principal” que domina el debate público mundial: la pandemia de coronavirus. En muchos países, la vida pública se ha paralizado por completo o casi; los trabajadores, los pobres, los explotados y los oprimidos de este mundo se ven sumidos, país por país, en la desesperación, la dependencia ilimitada y la percepción de impotencia, y se va estableciendo, paso a paso, un sistema antisocial de “distanciamiento social”. La alienación de la vida está siendo empujada a su punto máximo. La vida tal como la conocemos se ha paralizado de muchas maneras.

Sin embargo, el mundo en el que vivimos no se ha paralizado, y mucho menos se han paralizado los planes y conceptos de los imperialistas y las políticas de ocupación y explotación del fascismo turco: el envío de decenas de miles de mercenarios de Siria a Libia, los esfuerzos por la soberanía imperialista en el Mediterráneo, la influencia activa en los conflictos de Yemen y muchos otros países. Todos los días se producen ataques contra la población y esfuerzos de contra-organización en Turquía y Kurdistán del Norte; todos los días se bombardean las montañas y las aldeas de Kurdistán del Sur (norte de Irak); diariamente se envían decenas y decenas de aviones teledirigidos para vigilar la región, congelar el movimiento de la resistencia y atacar cuando se presente la oportunidad. Día tras día, toda la maquinaria de propaganda del Estado turco y sus secuaces se pone en marcha con el único objetivo de interrumpir la resistencia, de quebrar la voluntad de los pueblos en lucha. El servicio secreto MIT del Estado turco ha creado un ejército de informantes y agentes en el territorio de Turquía, en la región y a nivel internacional, con los que se lleva a cabo todo tipo de recopilación de información, guerra psicológica, presión y provocación, hasta la distribución selectiva de narcóticos dentro de la sociedad y operaciones de liquidación directa. No importa si se trata de una ciudad o un pueblo, una montaña o una llanura, un militar o, si lo desean, un civil, todo, no importa dónde, es un objetivo potencial del ejército turco de la OTAN.

En todos los niveles -político, militar, económico, social y mediático, tanto regional como internacional- la revolución es atacada por las fuerzas dominantes y se intenta por todos los medios aislar, marginar, criminalizar y privar al movimiento del apoyo y la participación de la población. Para los grandes Estados imperialistas y sus alianzas estratégicas, especialmente los Estados Unidos y la OTAN, es evidente que una revolución democrática, liberal y anticapitalista en Oriente Medio no debe salir victoriosa y que un ejército de la OTAN en el siglo XXI no puede, bajo ninguna circunstancia, perder en la guerra contra un ejército popular y un movimiento guerrillero. Son conscientes de la importancia geopolítica e histórica de tal posibilidad en un lugar como Kurdistán y una región como Oriente Medio y el impacto explosivo que esta realidad podría tener en todas las demás partes del mundo. Asimismo, el Estado ocupante turco y su gobierno fascista AKP-MHP también son conscientes de que perderán cualquier derecho a existir con la revolución. Tanto históricamente como en la actualidad, la cuestión kurda es, por tanto, para el fascista Estado turco una cuestión de ser o no ser. Tampoco es una cuestión que sólo concierna a Rojava o a las montañas; es una cuestión que concierne a todas las partes de Kurdistán y a sus respectivos Estados ocupantes. Se trata de una cuestión que tiene importancia histórica mundial y un potencial igualmente grande.

El amplio concepto de liquidación que se está llevando a cabo contra el PKK y el Movimiento de Liberación no se ha iniciado recientemente. Con el golpe militar del 12 de septiembre de 1980, que fue apoyado y controlado por la CIA-Gladio, finalmente no se cumplieron los objetivos que se había propuesto; es decir, la eliminación de todo el potencial izquierdista, socialista y revolucionario. Había que encontrar nuevas formas y medios para conseguir que el pueblo kurdo revitalizado se hundiera una vez más en el silencio. La resistencia en la prisión de Amed y el inicio de la lucha armada organizada el 15 de agosto de 1984, cuyo 36º aniversario celebramos ahora, habían dado la vuelta al golpe: por primera vez, una perspectiva revolucionaria para el pueblo kurdo se manifestaba de esta forma. En 1986, la culpabilización del PKK por el asesinato de Olof Palme -lo que estaba obviamente en línea con la estrategia de guerra de Gladio que también se llevaba a cabo en otros lugares- se convirtió en la ocasión para una nueva ofensiva internacional contra la lucha de liberación en Kurdistán. Paso a paso, todo el movimiento fue criminalizado, ilegalizado y marcado con el sello de “terrorismo”. A nadie le interesaba el hecho de que tal acción contradijera cualquier lógica e interés del PKK. No ha sido hasta este año 2020 -34 años después- que se ha aclarado oficialmente que toda la historia, como siempre declarara el movimiento de liberación, no había tenido lugar. Y, sin embargo, uno busca en vano una disculpa, una explicación más clara de los acontecimientos descritos y sus consecuencias directas e indirectas. ¿Qué ocurrió? Entre otras cosas, que tras esta conspiración, el movimiento y el pueblo kurdo se han enfrentado a una guerra de aniquilación a pesar de todos sus intentos unilaterales por iniciar un proceso de solución política y democrática. El resultado: decenas de miles de muertos, millones de refugiados, miles de pueblos destruidos y quemados y la criminalización total a escala internacional.

Cuando los estrategas de EE.UU. y la OTAN se dieron cuenta de que el movimiento estaba ganando fuerza e influencia, en oposición a la caída de los movimientos socialistas en todo el mundo, se preparó, organizó y llevó a cabo la conspiración internacional contra Abdullah Öcalan, y se introdujo el sistema de aislamiento de Imrali contra el movimiento y el pueblo. Es importante entender esta conspiración como una parte esencial del Proyecto del Gran Oriente Medio de EE.UU.-OTAN. Sin embargo, en este punto, con las perspectivas procedentes de Imrali y una continua lucha ideológica, política, social y militar, la conspiración no llegó a nada, y de su crisis interna y su política externa de aniquilación, el Movimiento por la Libertad surgió más fuerte que nunca: la estrategia de la Guerra Popular Revolucionaria se adaptó a la realidad del siglo XXI, se produjo la revolución en Rojava y se organizó una resistencia histórica contra la ofensiva fascista de Estado Islámico (IS), que tuvo como resultado la derrota militar de IS y la liberación de muchas regiones del norte de Siria y Şengal.

En oposición a estos desarrollos, a partir de 2014, el Estado turco comenzó a adoptar el concepto de “aplastamiento de rodillas” (tr.: diz çökme). Una vez más se perdió en el deseo de hacerlo como en Sri Lanka (Solución Tamil): Esto significa una estrategia de aniquilación absoluta a todos los niveles, es decir, la escalada total. El 24 de julio de 2015, aniversario del Tratado de Lausana, el Estado turco inició una operación total contra la guerrilla y desde entonces la guerra en tres partes del Kurdistán -Sur, Norte y Oeste- está en su apogeo. Para prepararse para ello, se impuso de nuevo el aislamiento total a Abdullah Öcalan en abril de 2015. Se puede hablar claramente de una segunda conspiración internacional contra el Movimiento de Liberación Kurdo con la ocupación del cantón de Afrin en la primavera de 2018. El objetivo es privar al pueblo de los logros de la lucha una vez más, eliminar completamente al PKK o al menos enviarlo a la insignificancia con la fuerza militar y la estrategia de aislamiento y criminalización a largo plazo, y asimilar lo que quede de acuerdo con sus propios intereses. A los EE.UU. les gustaría que Rojava simplemente degenerara en un segundo Kurdistán del Sur (KRG), es decir, que renunciara a su propia voluntad y se rindiera a su “destino”.

La operación del 9 de octubre del año pasado y la consiguiente ocupación de las regiones de Serekaniye y Tel Abyad son otra parte de este enfoque internacional contra la revolución y la consecuencia natural del fascismo turco. No es para nada una coincidencia que en 2018 los EE.UU. hayan concedido grandes recompensas por algunos dirigentes del PKK; tampoco es una coincidencia que, a pesar de toda la audacia, Turquía se mantenga en pie con inyecciones de capital, y que se vendan continuamente a Turquía los sistemas de armas más modernos, tanto por los Estados miembros de la OTAN como por Rusia. Éstas son las armas utilizadas en Afrin, Serekaniye y Heftanin: armas alemanas, italianas, americanas e israelíes, entre otras. ¡Las potencias imperialistas se benefician de esta guerra! Además, no pueden aceptar la existencia de un pueblo kurdo seguro de sí mismo, un proyecto de hermanamiento serio de los pueblos de Oriente Medio, y no pueden arriesgarse a la victoria de un movimiento guerrillero en el siglo XXI. Por ello, el Estado turco se mantiene en pie y puede hacer más o menos lo que quiera en la región.

En coordinación con los EE.UU. y otros Estados de la OTAN, así como en parte con Rusia, Turquía está tomando medidas contra la revolución: en este marco, se están llevando a cabo extensas operaciones aéreas y terrestres en Turquía, Siria e Irak, se planifican y ejecutan ataques con drones y bombardeos, se comparten los resultados de la inteligencia. En el contexto de este concepto generalmente uniforme, se intenta dividir al movimiento y los pueblos a toda costa, siguiendo el principio: ¡divide y vencerás! Las religiones y confesiones se enfrentan entre sí, las naciones se enfrentan entre sí, el pueblo kurdo se divide entre sí en innumerables partes: geográfica, política, social, económica y culturalmente. Se hace una distinción entre el “buen kurdo”, que hace lo que se le dice, y el “mal kurdo”, que confía en su voluntad y está seguro de sí mismo; y en consecuencia, o bien se le golpea con fuerza o se le empuja hacia una suave asimilación. La inutilidad de esta política queda demostrada por el mero hecho de que la guerra continúa a toda velocidad en las montañas y en las llanuras, en los pueblos y en la metrópoli con los más diversos métodos. En Heftanin se ha demostrado una vez más que el ejército turco, a pesar de toda la tecnología moderna, es incapaz de imponerse en la lucha contra la guerrilla y que, por el contrario, ha sufrido los golpes más duros.

Desde el sonoro redoble de tambores al principio de la operación, el paisaje mediático turco ha permanecido más o menos silencioso ante la ofensiva, anunciada en realidad de manera tan audaz, que ha empujado a las fuerzas armadas turcas, a sus mercenarios y a los guardias de aldea a una posición pasiva y los ha dejado prácticamente a merced de la guerrilla. Al mismo tiempo, la juventud de Kurdistán del Norte y de Turquía no está, por supuesto, en un sueño profundo, sino que desde el Este hasta el Oeste de Turquía, se están llevando a cabo acciones diarias contra los ocupantes, los fascistas y sus secuaces por las llamadas unidades de venganza, a saber, las YPS y las YPS-Jin, así como la iniciativa Niños del Fuego. En el Kurdistán meridional, desde Seladize hasta Suleymaniya, la población está en las calles contra la ocupación y los jóvenes se unen a la resistencia grupo por grupo. Y la resistencia continúa en Rojava, también. A pesar de que la ocupación de Serekaniye y Tel Abyad fue un duro golpe para la revolución, la determinación de expulsar a los soldados turcos y a sus representantes islamistas del país se siente en todas partes.

Se está haciendo evidente que la próxima escalada es inminente. En coordinación conjunta, los servicios secretos sirios y turcos están tratando de crear el caos en las zonas liberadas, utilizando diversos medios para poner a la población en las calles contra la Administración Autónoma. Esto se ha hecho particularmente evidente en Deir ez-Zor la semana pasada. En esta zona, en la que muchas células durmientes de IS ya están activas, personalidades influyentes detrás del proyecto de Nación Democrática están siendo deliberadamente asesinadas por los servicios secretos mencionados, creando problemas entre las diversas tribus, las SDF y la Administración Autónoma. El acuerdo petrolero, firmado recientemente por la Administración Autónoma del Nordeste de Siria, también está siendo utilizado como una ocasión para difundir diversas actividades antipopulares, y así generar antipatía a nivel local e internacional. Es evidente que el proyecto Rojava no tiene realmente ninguna alternativa. Porque si no quiere perder su autonomía e independencia política y quiere poder contrarrestar la crisis económica, el embargo y la guerra, es comprensible que necesite salidas como ésta. Uno de los principios básicos de la Federación del Norte de Siria es que todos los recursos de ese país pertenecen a todos los pueblos de Siria, y es con este telón de fondo que se ha celebrado un acuerdo de producción limitada y por tiempo limitado con una empresa de EE.UU. Esto es también, por cierto, una consecuencia directa de la negativa del Estado sirio durante años a sentarse a la mesa para construir una nueva Siria juntos. Por el contrario, el Estado sirio sigue teniendo una sola perspectiva, y es hacer todo de nuevo exactamente como antes. En vista de que el país se ha desangrado prácticamente hasta la muerte, esto es relativamente poco realista. Se podría pensar que después de tanta guerra, sufrimiento y derramamiento de sangre, incluso un gobierno como el dels régimen del Baaz debería pensar en cambiar las cosas, pero no, ellos insisten, al igual que el Estado turco, en su ideología: un Estado, una nación, un idioma, etc. No hay lugar para la democracia, la diversidad y la autonomía. Como parte de su guerra especial y de la preparación para una mayor escalada, Turquía ha cortado todos los suministros naturales de agua a la región. El Éufrates en Siria está a punto de secarse, y el Tigris en Irak también está perdiendo gradualmente caudal. La principal fuente de abastecimiento de agua de la región de Heseke se encuentra en la aldea de Alok, al este de Serekaniye, y está en manos de los matones fascistas. En este contexto, quizás deberíamos preguntarnos una vez más quién está explotando los recursos naturales aquí y privándolos de su verdadero dueño, a saber, la gente y la naturaleza.

Ante la pandemia de coronavirus y el ataque global consiguiente a la existencia de la sociedad -es decir, a la propia existencia humana-, y ante la creciente agresión del fascismo turco en Kurdistán y en toda la región de Oriente Medio, es necesario organizar la resistencia conjuntamente, mano a mano, en el sentido de un frente internacional antifascista, antiimperialista y anticapitalista, y prepararse para el próximo ataque a Rojava. El fascismo turco, y esto es obvio, no será detenido en Libia o en el Mediterráneo, sino que se acabará en Rojava, en las montañas de Kurdistán y con el levantamiento en las metrópolis.

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